Eve: un seudónimo. Aterrador testimonio de abuso infantil

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En esta primera de una serie de cuatro entregas, se retrata la vida de Eve, una víctima de maltrato en su hogar materno del que tardó semanas en recuperarse.

ue víctima de abusos sexuales que alega haber denunciado sin recibir auxilio. A consecuencia de los traumas intentó quitarse la vida en dos ocasiones con un cóctel de pastillas

Las secuelas de haber sido maltratada en casa de sus padres biológicos, y después ser una víctima de abuso sexual, la llevó a intentar quitarse la vida en dos ocasiones. Había sido abusada sexualmente en el segundo albergue al que había sido trasladada. Se sentía perdida, ultrajada, y en un momento de soledad y profunda tristeza, la niña tomó una, dos, tres, cuatro pastillas, y de un solo envión las que le cabían en la palma de la mano, 50 píldoras para dormir, hasta quedar inconsciente.

Se trata de Eve (el nombre ficticio que escogió la menor de edad), quien toma valor para contar por primera vez a una desconocida periodista los traumas asociados a los incidentes que sufrió en casa de sus padres biológicos y las consecuencias de haber sido institucionalizada en dos albergues del país.

Habla en tono firme, aunque con cierto nerviosismo en la voz. Menea un pedazo del papel que revestía un carrizo y suelta que cuando tenía 11 años en dos ocasiones fue víctima de abuso sexual. Ambos casos ocurrieron en 2017, el peor año de su vida. El primero fue mientras estuvo en un centro hospitalario a raíz de una crisis depresiva. “El agresor fue un paciente con el nombre de Samuel”, dice. El segundo, que se repitió en más de una ocasión, ocurrió en el albergue Metro Amigos, el centro al que fue trasladada después del albergue Malambo. En este caso Eve no sabe si el agresor, al cual llamaban con diferentes nombres, ‘David’, ‘Juan’, vivía en el mismo albergue o provenía de la instalación vecina, el centro de cumplimiento para jóvenes en conflicto con la ley que solían irrumpir en el albergue. Sobre ambos hechos contó a su terapista, quien puso al tanto a la Fiscalía de Atención Primaria del Ministerio Público.

Nos encontramos en una cafetería de la antigua zona canalera acompañadas de su mamá adoptiva, a quien denominaremos madre, como lo ha solicitado. Es plena estación seca en Panamá, afuera se ve un sol radiante que quema el pavimento. Hemos convenido esta entrevista con Eve y su madre adoptiva para incluir su testimonio en esta primera entrega de una investigación sobre niños y adolescentes institucionalizados en albergues del país, y la forma en que el Estado ha dado respuesta a estas necesidades.

“Mi papá (biológico) aparentemente era policía y él abusaba mucho de mí y se dieron cuenta los vecinos”, detalla Eve. Las denuncias también referían a una madre ausente. “Mi papá me tiraba el plato de comida cuando se sentaba a la mesa”, reitera. En ese momento tenía cinco años. Como consecuencia del maltrato que sufrió fue a parar al hospital y le tomó cinco semanas recuperarse de los golpes y la desnutrición de la que fue víctima. Al ser dada de alta fue institucionalizada en el hogar Malambo, un albergue en las afueras de la capital para niños en condiciones vulnerables. El trauma que vivió en casa con sus padres biológicos se reflejó en Malambo; no aceptaba comida de nadie, no hablaba. Simulaba una protesta inconsciente en respuesta a su amargo pasado.

A juzgar por su delgada anatomía, piernas espigadas, brazos menudos, cabello crespo negro hasta los hombros, ojos almendrados color oscuro, la joven de 16 años parece endeble. Si acaso pesa 100 libras, sería exagerar.

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